Encanto de Medianoche by B.J. Castillo

Encanto de Medianoche by B.J. Castillo

autor:B.J. Castillo [Castillo, B.J.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fantasía
publicado: 2019-03-27T16:00:00+00:00


Tercera parte

CAER, MORIR, SIN RETORNO

Capítulo 13

Y LA MUERTE REINÓ

—Señorita, ¡señorita!

Olee entró. Mary, que estaba leyendo en la biblioteca de los Katterblack, se irguió como un resorte al escuchar los llamados de la criada con tanta urgencia; entrecerró el libro. Olee se detuvo frente a ella, arrebolada por el esfuerzo, y le avisó que la señora Katterblack había regresado. Eso fue apenas cinco días después de la trágica muerte de su marido.

—Y no viene sola, señorita —abundó Olee.

Tenía razón. El primo Leonard, su mujer y el pequeño Vincent venían con ella. El coche que los dejó en la entrada de la mansión estaba cargado a máxima capacidad con el equipaje de los nuevos huéspedes. Otros coches vendrían en los días consiguientes con más de sus pertenencias.

Richard Katterblack había muerto, asesinado (o eso decían los rumores) por Philip. Claro, Mary no creía que Philip fuera capaz de asesinar a nadie. Jamás lo puso en duda, ni siquiera porque el joven llevase desaparecido desde esa noche. Jason, su hermano, también. En cambio, Lucas, el más joven, había sido asesinado sin lugar a dudas por Mahlon West. Horace, tío de los tres hermanos, fue encerrado en una celda encantada en la comisaría del pueblo, acusado de traición y homicidio. Horace no asesinó a nadie, pero su sociedad con Darkling y West fue concluyente para la muerte de su sobrino y la desaparición de los otros dos.

Philip. Mary no paraba de pensar en el joven que la acompañó en el baile del solsticio, preguntándose dónde estaría. Esperaba que estuviera bien. Phil había sido buscado (cazado, dirían otros) por los miembros del Consejo, después de aquella noche. Se creía que él había apuñalado a Darkling con la Rhiptus y que, por tanto, la maldición se transfirió a los Holbrooke, como pasó con Richard la primera vez.

Mary no lo ponía en duda. «Si no fuera así —había pensado—, entonces la maldición seguiría en los Katterblack, habría tomado posesión del siguiente cuerpo, el siguiente en la línea. El primo Leonard.» Pero Leo no presentaba ninguno de los síntomas de la maldición, había observado Mary, y tampoco se encerraba en su habitación como había hecho su padre.

«Vivo o muerto», fueron esas las palabras del delegado de los Altos Seguidores respecto al caso de Philip. A Mary se le heló la sangre cuando lo oyó. Ella y Céline tuvieron que consolar a Elise cuando se corrió la noticia.

Elise… Su prima se comportaba extraño desde entonces. Su mirada permanecía siempre distante, su atención se dispersaba con facilidad. A veces se la veía llorando en silencio, sin que ella misma se diera cuenta (Mary suponía, de seguro, que era por su padre. Richard Katterblack, en vida, quizá fuera un mentiroso y un prejuicioso, pero nadie podía discutir que fue un buen padre para Leonard, Céline y Elise). Otras veces desaparecía, durante breves momento, y ni siquiera Tara sabía dónde encontrarla. Además, según comentaban las criadas, en las semanas siguientes el apetito de Elise había aumentado considerablemente, aunque no su peso.

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